

La abuelita le dejó entrar. Cuando vió al lobo salió de la cama y se escondió en el armario. El lobo se puso el pijama, el gorro y las gafas de la abuelita y se acostó.
Al rato llegó la niña y llamó tres veces a la puerta porque la abuelita estaba un poco sorda.
- ¡Toc, toc, toc!.